Escondido estaba, calentito, abrazado conmigo mismo en un rincón del que antaño fue mi reino. Yo, pinté de rojo y pasión todas sus paredes y horizontes; yo, el primero que con la ilusión del primero fui rey y dueño de ello. Mirando en derredor, agazapado, estoy solo e indefenso; mis brazos son mis escudos, y en mi mirar están mis miedos. Soplan vientos gélidos en todas direcciones, puedo ver los tirabuzones que bajo nieve se generan. Los árboles, simples ramas secas, crujen y mueren mientras que el tiempo pasa y no pasa nada.
Escondido estaba, calentito, cuando dormido me quedé y fui despertado. Una hoja de papel me impedía ver el frío y las sombras, el viento que zozobra... Ese folio, telegrama del rey de reyes, decía que vendrían tiempos diferentes. La misiva describía a un caballero de contrastes, con sus dichos y refranes, sonrisas y verdades; alguien que no conoce ni maldad ni adversidades.
Escondido estaba, calentito, en un corazón muy grande. Despacito me levanto y allá donde piso nacen flores, pero de puntillas sigo... no sea que la ilusión me ciegue, y pierda de nuevo la batalla...