sábado, 15 de enero de 2011

Una oración de cientos

Es en estos momentos cuando más extraño, una mano amiga, una mano que me escuche, ni cuestione ni diga. Me siento en un escenario, un juicio en el que hay que decir, donde solo quiero irme y ser libre para sentir. Sentir en silencio, mi alegría y mi sufrir; que me miren con buenos ojos… yo no vine aquí a mentir.

Sé que en silencio mi pelo peinarías, dejarías que me apoyara y tu corazón me calmaría. Si mis lágrimas rodaran, de pronto tu mano cazaría mi barbilla, tu apuntaras y a mis ojos hablarías. Sin palabras, sin ruidos… Necesito que me entiendas y lo harías... Necesito tus consejos. Abandona por favor, tus labores en los cielos.

Estoy triste y necesito irme muy lejos… necesito que mi príncipe me saque de mi reino. Peligro sin quererlo, en algo que ni es mío y ni siendo. Te echo de menos… Mi rey, mi ángel, mi sabio consejo, mi abuelo, mi amigo…

Lo nuestro no eran las palabras y para el resto, pocas digo.








No hay comentarios: