Países capitalistas con el consumismo en los labios, escrutan sus arcas en festividades navideñas, ya hurañas que arañan el fondo de un cuenco sin tradiciones duraderas. Un futuro incierto, que reniega de fe y altruismo, un abismo para los que quedamos y aspiramos el aroma de la magia. Asociamos a infantil fantasías, creencias que de mayor ansías y al hacerlo descubres que no existe, elesgite y la perdiste. Soñar o no contar papel moneda, no es ser pequeño, es no ser dueño de ti mismo... elige consumismo o no. ¡Tú mismo! Sin edades, sin sexo, sin motivos... El artificio generado envuelve en papel rosado un interior sorprendente, cual regalo y una historia.
El día 5 de enero vienen los Reyes Magos, como cada año, les digo lo que hago, tanto bueno como malo... malo menos que si carbón me traen en vertical que lloro. Camino junto mi familia para verles llegar a Madrid, como merecen, cual Cid, caballero español. Siempre me queda lo grandioso y la multitud, miles de luces y colores por miles de veces. Ya vienen...
-¡Melchor! ¡Quiero un traje de indio! ¡Melchor! Fui bueno.. - le grtio al rey primero, cano y serio, sentado en su trono y que saluda muy sereno.
-¡Tráele un juego de pinturas de colorear!- reclama mi madre.
-¡Mamá no! ¡Que ya tengo!- le espeto, mirando a mi padre al que tiene más respeto.
- Mujer déjalo, pobre criatura...
- ¡Melchor! ¡Melchor! ¡Mi traje! Recuérdalo...
Regreso a mi cama exhausto como otras tantas, pero no duermo, como otras tantas... Me acuesto concentrado para oir a los Reyes... una lágrima empapa la almohada. Agradece el lloro horizontal. Esas que de noche salen y sin reproche humedecen mi mejilla. Esas que como la ilusión perduran cuando creces.
(pequeño relato basado en un diálogo que aconteció el pasado día 5 de enero en la cabalgata de Madrid)