He venido de nuevo al país de las sensaciones, a despertar un corazón algo triste y apagado.
Cierro mis ojos y sólo puedo ver un manto de estrellas, tantas que el cielo es tan negro como blanco. Respirar el aire del desierto ha hecho una nueva primavera en este febrero tan frío de invierno, pues las estrellas, que no solas, hicieron de mi alma un ser incandescente, pequeña espectadora del cielo.
Cierro mis ojos de nuevo, y contemplo esta vez al Sol mientras desaparece, primero despacio y cada segundo menos caliente, más rojo, más elocuente. Para dar así lugar a la magia, a la sensación de infinito, de ser más consciente de que nunca había visto algo tan hermoso.
El firmamento de esta tierra ha marcado la inmortalidad de la inspiración, pues nunca podré olividar lo que me hizo sentir, las historias que de príncipes del desierto oí, nómadas del día a día que hoy ya son una parte más de mí. Así, de nuevo te sentí, estabas allí, conmigo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario